12 mayo 2008

OTRA VEZ (WEST) BEIRUT y 7

12 de mayo de 2008
Anoche vimos por la televisión al ejército libanés entrando en la población de Aley, y en imágenes de la cadena LBC podían apreciarse columnas de humo en puntos donde tenía lugar el combate entre drusos y chiíes.
En esa zona, y en general en toda la región montañosa del Chuf, predominan las poblaciones habitadas por drusos, chiíes y mixtas.
Resulta curioso saber que en diferentes zonas del país, dos comunidades muy distintas cohabitan o conviven en aparente armonía hasta que algo rompe la precaria estabilidad.
Aparte del caso citado, suelen darse también comunidades mixtas de drusos y cristianos, pero en ningún caso comparten espacio suníes y chiíes. Esto se aprecia de igual forma en vecindarios de la capital.

A pesar de que la TV emite su programación habitual y no continúan las imágenes de enfrentamientos de jornadas anteriores, decidimos acercarnos a la zona.
Aley está muy tranquilo y vacío. Las posiciones del ejército, en varios puntos, refuerzan la sensación de tensión que se vive. Son las 10 de la mañana y algunos comercios están abriendo, pero el ambiente dista mucho del acostumbrado. Detenemos el coche frente a una pastelería con la esperanza de obtener alguna información. Vamos calle abajo saboreando un knefe (dulce de queso que se sirve caliente, con un chorrito de jarabe) en busca de un café. Hay un grupo de drusos, todos ellos ataviados con su indumentaria característica, de negro, con sherual, el pantalón de pliegues colgando en la entrepierna y el casquete blanco de tela o ganchillo en la cabeza.

¿Qué dónde podemos tomar un café? Ahí mismo. Uno de ellos entra en su tienda y sale un segundo después con el café y unos taburetes de madera (los hay igualitos en Mallorca) para que nos sentemos en la acera.
Nos cuentan que ayer no pasó nada en la localidad, solo más al sur, por las montañas y en Chueifat. Creo que en Aaramún también.
Y nos hace gracia enterarnos de que a los de Hezbolá (Hezballah, Partido de Dios) los denominan Hezbalyitán (Partido del Demonio), aunque sabemos que los drusos han demostrado en el pasado no ser ningunos santos, y tienen un líder perfecto como ejemplo.
Desde el mirador de Aley, la vista sobre todo Beirut es espectacular. Hablo por teléfono con mi amigo Raffi. Está trabajando, y su novia Sara, una simpatiquísima española que trabaja para una ONG, también. Todo parece normal y la actividad, al menos por los barrios cristianos cercanos a Beirut, se desarrolla con aparente normalidad.

OTRA VEZ (WEST) BEIRUT 6

11 de mayo de 2008
Los drusos de Jumblat siguen repartiendo tiros y los chiíes no se quedan atrás. Muchos comentan que si aún tenían cierta credibilidad, tras la campaña bélica para defender el territorio libanés ante la desmesurada agresión israelí en el verano de 2006, la están perdiendo al utilizar su poderoso armamento contra compatriotas. Y es que no se había visto luchar libaneses contra libaneses desde la guerra civil (1975-1990) en la que facciones de todos los colores y tendencias fracturaron al país en mil porciones inverosímiles.

Por la mañana hemos subido, Jose, Ghada y yo a Brumana y hemos tomado café allí. Luego, tras un liviano paseo hasta Bikfaya, hemos parado a comer en el resturante Kaser el-Delb. Excelente almuerzo, en el transcurso del cual algunos amigos nos han dado el parte de novedades, por teléfono. Hay combates en Aley (pueblo vecino del de Ghada, Bhamdoun) y Chueifat, algo más cerca de la costa.
También nos han dicho que parece que los accesos a Hamra están abiertos.

Hemos preguntado a los soldados de un blindado, cerca del puerto y hay vía libre. Jose quiere recoger el ordenador y algo más de ropa, pero lo convencemos para que siga en casa unos días más, y si todo se calma puede regresar después al hotel.
Subimos a la sexta planta y vemos varios impactos de bala en el pasillo, justo al lado de la puerta de su habitación. La pared tiene un agujero que ha dejado una de las balas tras atravesar el vidrio de la ventana y el tupido cortinaje que la cubre por completo. Jose nos enseña un ventanuco por donde intentó hace dos días hacer alguna foto, pero un hombre armado lo disuadió sin contemplaciones.Fotografío los balazos y saco unas tomas de las vistas desde el balcón, no sin cierto recelo de ser objetivo de algún francotirador aburrido. Creo que es algo de paranoia, pues abajo, en la calle hay algunas personas fumando, algún que otro transeúnte, y en el balcón del edificio de enfrente hay un grupo de mujeres sunitas, con sus pañoletas cubriendo sus melenas, sentadas al frescor de la tarde. El clima es ideal, y con el equipaje ya preparado nos fumamos un cigarrito de despedida. “He decidido dejar este hotel”, dice nuestro amigo.

OTRA VEZ (WEST) BEIRUT 5

10 de mayo de 2008
Nuevamente, Internet nos reclama. Jose tiene que mandar unas fotos urgentes para un reportaje que prepara Levante para el domingo. Yo aprovecho para ver las noticias y actualizar mi correo. Estamos en un ciber-café en un rincón recóndito del barrio armenio de Borj Hammoud, al norte de Beirut.
Mientras hacíamos tiempo a la espera de la llamada del periódico para poder enviar las fotos, nos hemos tomado unos zumos naturales, y saltaba a la vista de qué manera llamaban la atención nuestras cámaras ante los clientes sentados en una de las tres mesas dispuestas sobre la acera.

Algo más tarde, por la calle comercial Arax, Jose recibe la esperada llamada. Lo veo pasar calle arriba y calle abajo, una vez bajo el sol, después por la sombra. Yo ya me estoy desesperando con tan larga llamada. Creo que los hombres que están charlando en el cruce nos están vigilando, o por lo menos les intriga la presencia de los dos forasteros.
Oigo palabras en árabe, ashnabíye (extranjeros), sahafíye (periodistas) y me tranquilizo. Naturalmente, estamos en una zona muy tranquila. Pasa una señora y se detiene a preguntarme, en árabe, menos mal, porque en armenio ni flores, si estamos haciendo un reportaje. Le contesto que estamos de paseo, pero que hace dos semanas hemos estado trabajando en Deir ez Zor. Ella comprende en seguida que se trata del aniversario del genocidio y sonríe deseándonos suerte.

Por fin termina la espera y Jose me cuenta, en resumen, lo que le ha explicado a la periodista con la que estaba hablando, sobre la situación en el país. Se ha quedado espantada cuando le he contado lo de la nochecita en el hotel.

Finalizado el tedioso envío electrónico, nos vamos a casa de Ferrán. Allí está Lilou, una francesa también refugiada, escapando de la calle Hamra.
El fotógrafo barcelonés nos cuenta su aventura de ayer acompañando a milicianos de Hezbolá, armados hasta los dientes, las caras embadurnadas de pintura de comando, y sin dejarle sacar la cámara de la mochila ni un momento. A cada intento le encañonaban con el Kalashnikov: “No photo, no photo”.
Al poco llegan José el músico y Marta, la salerosa profesora del Cervantes. Como era de prever, cada uno cuenta y aporta sus apreciaciones y las noticias o rumores que han llegado hasta sus oídos. Que si Nasrallah dijo esto, que si Siniora manifestó aquello; pues Jumblat contestó lo de más allá; que los saudíes y los americanos son tal, o que Israel sigue tal cual. Mientras los cristianos, ya sean partidarios del general Aoun o seguidores de Samir Geagea, no dicen ni pío.

Lo cierto es que chiíes y suníes se han dado de palos estos días, sobre todo en las zonas de la avenida al Mazraa, Ras en Nabaa, Tariq Yadide y Hamra.
Y los drusos, que ya tenían ganas de apretar el gatillo, han empezado a balazo limpio contra los del Partido de Dios (Hizbolá) en su feudo (nunca mejor dicho) de la montaña del Chuf, cuya falda se extiende hasta la autovía del sur, entre el aeropuerto y Saida (Sidón).El aeropuerto sigue cerrado, lo mismo que el puerto y la carretera que lleva a la frontera por Damasco. Las rutas hacia Trípoli y Sidón (norte y sur de Beirut, respectivamente) han estado contadas intermitentemente estos tres últimos días.

OTRA VEZ (WEST) BEIRUT 4

9 de mayo de 2008
Estoy en Brumana, nuestra residencia de verano, en la montaña, a 45 minutos de Beirut, trabajando en el portátil y tomando un café acompañado de pastel de manzana con Mona, la hermana de Ghada
Recibimos la visita de los inspectores de inmigración. Son muy amables y las preguntas van desde lo rutinario a lo anecdótico.

Después de almorzar, llamo a Jose para ver cómo sigue. Me cuenta su experiencia de la noche pasada. “No he pegado un ojo, han estado casi toda la noche pegando tiros, por la calle, en la misma puerta del hotel de Hamra, entre edificios vecinos”, me dice. “He tenido que refugiarme en el lavabo para desayunar. Cuando me ha parecido que la cosa se calmaba, después de la 8 de la mañana, he intentado salir de allí, pero unos milicianos disfrazados a lo Rambo me han echado para atrás, no he podido pasar del cruce. Por fin, en la otra dirección ha pasado un service (taxi compartido) que ha accedido a llevarme a una zona más segura. No sabes el miedo que he pasado pensando en que alguna de las balas podía llegar hasta la cama de la habitación”.
No me extraña, se avivan en mi mente los recuerdos de la guerra de 2006 entre Hezbolá e Israel. Rememoro los cinco primeros días, antes de evacuar el país, gracias al operativo montado por la Embajada española, durante los que pudimos comprobar cómo suena un cañonazo disparado a diez kilómetros de la costa; aprendimos lo que se siente al sentir una explosión a pocos cientos de metros; supimos lo que es oír el run-run de los aviones cuando están bombardeando los barrios chiíes al sur de Beirut, Dahie, Haret Hreik, etc. o los pueblos al otro lado de río Litani, zona que se encuentra en la actualidad bajo protección de las tropas de la FINUL.

Jose ha podido llegar hasta el centro y ha continuado hasta casa de Ferrán, pero no hay nadie.
“No te muevas de ahí”, le digo, te recojo en 15 minutos. Se ha venido con las cámaras y un par de mudas. Ahora es un refugiado en mi casa, pero estamos en zona segura… o eso esperamos.

Por la noche, nuestro invitado valenciano nos ha preparado una paella de pescado regada con un vinito mallorquín de los buenos (Macià Batle 2006), y aprovecho para brindar por mi amigo Samuel en el día de su cumpleaños.
Supongo que así es la guerra: unos brindan mientras otros se matan, aunque en nuestro caso no hay relación entre una cosa y otra. Seguros que algunos dirigentes del siglo XXI no pueden decir lo mismo…Mientras cenamos algo relampaguea en el cristal del balcón. ¿Son detonaciones? No, se trata afortunadamente de una tormenta lejana.

OTRA VEZ (WEST) BEIRUT 3

8 de mayo de 2008
Quiero ir a enviar unos cuantos imeils a mis amigos, aunque no sé muy bien cómo enfocarles el tema de lo que está pasando o lo que pudiera pasar.
Después de las declaraciones de Sayyed Hassan Nasrallah (líder de Hezbolá), acusando a la coalición gubernamental de declarar la guerra a la oposición, la lucha armada ha cobrado intensidad. Se habla ya de la peor crisis interna desde el fin de la guerra civil.
Ayer fue cortada la autovía del aeropuerto y hubo numerosos bloqueos, disturbios y enfrentamientos en calles y barrios de Beirut, como la corniche al Mazraa, Mar Elias, Tayuneh, Selim Islam, Dora, Chatila, el ‘ring’ de Downtown… y en diversas poblaciones del país, Jnah, Ouzaii, Chuaifet, Trípoli, Zahle, etc., y hoy sigue todo por el estilo.
El aeropuerto está cerrado, y en la tele no cesan de desfilar políticos, expertos, analistas, mientras que los libaneses, en compañía de extranjeros residentes y otros forasteros, van cambiando de cadena sin cesar. ¡Quién dijo que los libaneses estaban hartos de política!

A mediodía he recibido un sms de la Embajada de España, en el que se recomienda limitar al máximo los desplazamientos, adoptar precauciones y permanecer atentos a la evolución de los acontecimientos.
Ya es de noche cuando hablo con Jose y, mientras me cuenta el lío que hay montado por la zona donde se hospeda, oigo los disparos por el móvil. Las cosas no están bien, es la frase que describe nuestra intranquilidad.

OTRA VEZ (WEST) BEIRUT 2

7 de mayo de 2008
He entregado, por la mañana, la documentación requerida para la extensión de mi permiso de residencia. Debía de haberlo hecho hace dos semanas, pero era preciso renovar el pasaporte y no llegó a tiempo a la Embajada. Así que me fui con Jose y Ferrán a Siria.

En Deir ez Zor, la polvorienta y calurosa ciudad a orillas del río Eúfrates hay una basílica donde se reúnen cada 24 de abril decenas de armenios para conmemorar el genocidio de su pueblo a manos de los otomanos.
Jóvenes, mayores, descendientes y familiares de los armenios masacrados en 1916 comparten una jornada entre solemne y lúdica, fraternal. Una llama trepida en el pebetero bajo la lápida esculpida en la grafía vernácula y la cruz armenia. La ceremonia dura una hora, tal vez más; es una misa vistosa y familiar. Los asistentes entran y salen del templo, bajan por las escalerillas que dan acceso al museo que se encuentra junto a la cripta. Una cuidada urna circular contiene las reliquias óseas de varios cadáveres, dispuestas alrededor del monolito que, a través de una abertura, preside el centro de la capilla donde se oficia el ritual religioso. En la sala de exposición, fotos en blanco y negro del horror que sufrieron aquellas gentes, pinturas en colores afligidos por la tortura y la muerte, objetos de culto y libros salvaguardados del pasado. En uno de los rótulos se lee una frase de Hitler vanagloriándose de su trato a los judíos: “¿Ahora, quién se acuerda del genocidio armenio?”.

Aún no ha terminado la ceremonia y los tres fotógrafos españoles (Barcelona, Valencia y Palma de Mallorca) ya hemos llamado la atención y suscitado la curiosidad ampliamente.
Nosotros también tenemos una pregunta importante que hacer a los allí congregados, llegados en autobuses desde Líbano y desde Armenia: necesitamos saber con certeza si nuestra información acerca de Marghada es cierta o no. Nos habían dicho que el santuario no es más que un monolito, poco más que un pedrusco señalando el lugar donde se descubrió una espeluznante fosa común en tierra siria.
No solo nos confirman la existencia del lugar, sino que amablemente nos invitan a acompañarles en sus pullman. Tras una horita de camino nos detenemos en las cercanías de la desértica localidad de Marghada.
Allí hay una pequeña ermita levantada al pie de un montículo donde se amontonan, cubiertos de capas de tierra floja y fácil de escarbar, cientos de cadáveres fruto de las masacres que sufrió ese pueblo maltratado.
Algunos niños del lugar escarban gratis y van extrayendo fragmentos de huesos y piezas dentarias de los que allí están enterrados, de la inmensa fosa común situada a unas decenas de metros de la carretera que lleva a Qamishli, en la frontera turca.
La modesta iglesita, con su diminuto osario y los signos religiosos armenios recibe la visita anual de personas que llegan desde Líbano y desde la tierra de sus compatriotas.

Tras el almuerzo en el mismo restaurante donde tiene el grupo concertada la comida, en el transcurso de la cual hemos comprobado el saque que tienen los armenios a la hora de beber arak (un aguardiente muy típico en Líbano, Siria y Armenia), amenizada con brindis, saludos y cantos a capela, nos disponemos a tomar un taxi para regresar a la ciudad. Sin embargo, y ante nuestro asombro, el muchacho que ofrece ese servicio a los clientes que precisen de transporte nos monta en una furgoneta cargada de trabajadores del restaurante, que acaban de terminar su turno, y nos llevan de regreso a Deir ez Zor… gratis.Si hay algo que cale de verdad en el viajero por esos parajes ribereños del viejo río Eúfrates, y en general de todo el que visita Siria, es la cercanía, amabilidad y generosidad de su gente.

OTRA VEZ (WEST) BEIRUT 1

6 de mayo de 2008
He quedado con Jose en la Plaza de la Estrella. Una estrella aislada en un firmamento de intransigencia, prepotencia y tozudez., en el corazón de Beirut. El reloj parece detenido siempre a una hora distinta…
Llego y me lo encuentro tomando café en la heladería junto al Parlamento libanés, un bello edificio de paredes huecas contra las que el eco de palabras inútiles, rebota.
Somos los únicos clientes y casi parecemos unos extranjeros perdidos en un páramo adoquinado y solitario, donde el rumor de los transeúntes hace meses que se extinguió casi por completo, desde que Downtown Beirut se convirtió en un barrio fantasma.

Estamos tramando un negocio y necesitamos información. Para empezar, visitamos a mi colega de las inauguraciones de la galería Aïda Cherfán, a 30 metros de la plaza, Tufik, que tiene la tiendecilla de chuches y tabaco que hay junto a la iglesia católica de San Elías. Tras media hora de charla francófona con él y su mujer argelina, subimos calle Maarad arriba.

A la entrada a ras de calle del Instituto Cervantes, de cuyo balcón en la segunda planta pende la bandera española, nos entretiene el soldado asignado a la seguridad del centro.
Me pide algo que no acierto a entender claramente, pues se queja de que otro amigo, también fotógrafo, también español, le hizo unas fotos y siempre le promete que se las llevará la semana que viene.
Tras unos titubeos en mi pobre árabe, comprendo que lo que quiere es que le retrate yo, ahora mismo, junto a la barandilla que da a las ruinas romanas del Jardín del Perdón, junto a la catedral maronita de San Jorge. Le disparo sin tener muy claro cuándo le podré llevar las fotos.
Arriba, la siempre solícita Ríndala nos comenta el anuncio de huelga de mañana.
El paro general ha sido convocado por la coalición antigubernamental. Entre bromas sobre “la Situación” no hacemos mucho caso. Se nos antoja otro de los alardes de Hezbolá para presionar al gabinete de Fouad Siniora, tan apegado a su sillón de Primer Ministro al abrigo protector de Arabia Saudí y Estados Unidos.

Mi amigo valenciano me hace preguntas difíciles. Lleva dos meses en Beirut y no sale de su asombro ante la maraña que es el Líbano. Yo ya he cumplido seis años en el país de los cedros y tampoco me explico muchas cosas. “This is Lebanon!”, dicen los libaneses. Atisbo en ellos matices de resignación, desesperanza, orgullo y simpatía, casi siempre.
Estamos tomando un zumo de naranja, un ‘lujo’ cotidiano en Oriente Medio, en el T-Marbuta, un barcito, encaramado en un primer piso, con ambiente joven, algo bohemio, con acceso a Internet, y biblioteca cultural. Suena música española, latina, francesa, del mundo. Todo parece estar bien. Pero sabemos que no lo está, que la huelga de mañana puede ser un punto de inflexión de la vida política de un país sin cabeza presidencial desde hace tanto tiempo que la gente casi se acostumbra a que todo siga igual con una inercia inexplicable.

10 mayo 2008

Nahr el Bared: puerta entornada, ojos bien abiertos.

El campo de refugiados palestinos de Nahr el Bared, situado a una decena de kilómetros de Trípoli, en el norte del Líbano, ha abierto, hace escasas fechas, una puerta al retorno de algunos de sus habitantes.
Un total de 300 familias fueron autorizadas el pasado miércoles 10 a regresar al campamento y comprobar el estado de sus hogares. A esas familias se les irán sumando otras, a razón de 100 diarias, hasta completar un total de 800.

Nahr el Bared ha sido escenario, durante los calores del verano, de los duros enfrentamientos entre el ejército libanés y los milicianos (muchos, mercenarios de diversos países) del grupo terrorista Fatal al Islam, lo que motivó la evacuación de 6.114 familias.
Este grupo armado, relacionado con el radicalismo islámico de Al Qaeda, que contaba con una financiación de muy turbia procedencia, dentro y fuera del territorio libanés, se había establecido en el campo palestino a orillas del Mediterráneo, con o sin el apoyo y el beneplácito (según las diversas fuentes) de los grupos de poder local como Al Fatah o Hamas, y con el aplauso o la antipatía de la población palestina allí refugiada desde hace casi seis décadas.

El conflicto armado se saldó con la muerte de más de 169 soldados libaneses y por encima de los 200 entre terroristas y civiles palestinos, y concluyó con la detención de la mayoría de los miembros de Fatah al Islam que resistían bajo condiciones extremas entre las ruinas del antes floreciente asentamiento, y con la triunfal marcha del ejército, desde Trípoli hasta Beirut, el pasado día 5 de septiembre.

El regreso de las primeras familias ha sido posible gracias al trabajo de diversas ONGs locales e internacionales (entre ellas varias españolas como Solidaridad Internacional y el MPDL) y la no siempre bien organizada UNWRA, el departamento de Naciones Unidas para cuestiones palestinas en Oriente Medio.
Por vez primera, este pasado fin de semana, se han podido introducir cámaras fotográficas ocultas de diversas formas para burlar los controles de entrada, registros de vehículos y cacheos, con objeto de documentar las presuntas irregularidades cometidas por los soldados libaneses, tras el fin de los combates, en innumerables edificios del campamento.
Se lamentaba Yasser, cooperante de una ONG local, que accedió por vez primera a su casa con un permiso especial, antes del inicio del realojamiento de familias, de que unos días más tarde, cuando pudo regresar, encontró su domicilio saqueado y las habitaciones quemadas intencionadamente.
Este es tan solo un ejemplo de las lamentaciones de la mayoría de los residentes de la zona más moderna de Nahr el Bared, la cual continúa bajo acceso restringido, en función del estado concreto de cada edificio, ya que los hay con las estructura razonablemente intacta, aunque acribillados o incendiados, otros en estado de semi habitabilidad pero con serios desperfectos y la mayoría en total ruina con sus plantas reventadas o desplomadas con si de naipes se tratara.
Pero lo peor no está en esa zona cercana a la entrada norte del asentamiento palestino. Desde alguna que otra azotea, a la que se accede sorteando cascotes y boquetes, se divisa el área primigenia de Nahr el Bared, total y absolutamente cerrada y controlada eficazmente por las tropas libanesas.
Desde la altura, la estampa es de desolación absoluta. La recortada silueta de los edificios aplastados parece un decorado lúgubre e inhóspito entre el cielo y el mar.
Algunos vecinos comentan por las polvorientas calles que lo sucedido allí ha sido mucho peor que lo de la guerra del verano pasado entre Hezbolá y el todopoderoso ejército israelí. Todos se preguntan dónde están los periodistas, las cámaras de TV, los fotógrafos… El mando militar libanés tiene expresamente prohibida la entrada de la prensa al asentamiento.
Ciertamente, lo más parecido al destrozo de Nahr el Bared, en tiempos recientes, se ha podido ver en los machacados barrios de población mayoritariamente chiíta del sur de Beirut, Dahie y Haret Hreik, y en las poblaciones como Cana, Siddikin, Bint Jbeil, Marjayun, Kfar Kila, Jiam, etc. al sur del Líbano, el verano de 2006.

En Nahr el Bared, la sensación es de preocupante desespero, de impotencia total. El esfuerzo a realizar se calcula en años y sobrepasa totalmente la capacidad de la ONGs y la entrega de cooperantes y voluntarios (palestinos, irlandeses, alemanes, daneses, italianos, españoles, etc.) que trabajan codo con codo con los afectados, la mayoría de los cuales han pasado varios meses acogidos en el otro campo de refugiados de Trípoli, El Beddawi, duplicando de golpe su población que ya se encontraba en una situación de gran precariedad, antes del conflicto de Fatah al Islam.
Para los habitantes de Nahr el Bared, a la tragedia de haberlo perdido absolutamente todo, en la mayoría de los casos, se añade la supuesta humillación por parte del algunos militares libaneses que presuntamente se han dedicado, tras vencer a los terroristas, a desvalijar e incendiar las viviendas palestinas. La indignación se enciende especialmente al contemplar los grafitis y pintadas que decoran paredes y puertas en los que se leen consignas de dolor y venganza por los soldados fallecidos en combate, y frases vergonzosas y denigrantes contra los residentes evacuados: “No os merecéis vivir en casas, sino como animales”. Insultos, palabrotas y comentarios vejatorios dirigidos a las madres, hijas y hermanas de los palestinos, se encuentras en numerosas viviendas.

Un rayo de luz e ilusión fue introducido el domingo por un grupo formado por el personal de varias ONGs, con la colaboración de un espontáneo español. Disfrazados de payasos, con los pelos de colores y con su fanfarria de cacerolas y otras percusiones improvisadas, organizaron un pasacalles por la zona permitida, seguidos por varias decenas de niños con las caras pintadas y dando palmas. Llegados a un descampado, entre casas destruidas, los pequeños protagonizaron varios números musicales y juegos, mientras los altavoces anunciaban los ganadores de las rifas de juguetes y golosinas.
En semejante decorado, las espontáneas risas infantiles y la curiosidad de los adultos que hacían un breve paréntesis en sus labores de limpieza y desescombro, ponían un toque surrealista a la ya sobrecogedora experiencia de encontrarse en el interior de Nahr el Bared.

dx 15.10.07

WATER


Water floods my pupils, when I look at everything.
There, something shines in the distance.
But it's just more water shaking its arms.
Vibrating whirl. Desert hallucination.
Stained and sad, wasted water
Rotten and infected water
Limpid water, paradigm of purity, unpolluted.
I drink a glass and pour myself another one.
And she is so still, so patient. Static mirror.
Rain falls while I refresh.
Fine rain. Torrential drizzle. Shower.
Another sip, before seeing the dry riverbed.
River water and salted water. Underground or free.
If somebody saw the abundance of the future,
let him come and tell it to me, and we will swim to the beach,
while some drops moisten our eyes full of happiness.
Dear Water: I can't stop looking at you.
I adore your figure and I understand your energy,
your silence, your rage.
Your generosity... is like the waves
when the wind shakes ripples of foam.
You wash the face of my city every morning,
who are you? Jet of life.
Friend water, sacred water, miraculous water.
Savage, dangerous water that brings tempests and tides.
Vertical and horizontal element. Devastating tidal wave.
Majestic cascade. Riotous and infantile waterfall.
Roguish splash. Wet laugh. Humid dream.
Puddle, glass, pool. Footfall, sip, dip.
Musical inspiration. Liquid music.
I'd like not to talk anymore, and listen to you only.
And be next to your bank always.

dx

AGUA


El agua inunda mis pupilas, cuando lo miro todo.
Allá, a lo lejos, algo brilla.
Pero solo es más agua agitando los brazos.
Remolino trepidante. Alucinación desértica.
Agua mancillada y triste, desperdiciada.
Agua putrefacta e infectada.
Agua límpida, paradigma de pureza, impoluta.
Me bebo un vaso y me pongo otro.
Y ella tan quieta, tan paciente. Espejo estático.
Cae la lluvia mientras me refresco.
Lluvia fina. Llovizna torrencial. Chubasco.
Otro sorbo, antes de ver el cauce seco.
Agua de río y agua salada. Subterránea o libre.
Si alguien vió la abundancia del futuro,
que venga y me lo diga, y nadaremos hasta la playa,
mientras unas gotas humedecen nuestros ojos de alegría.
Querida Agua: no puedo dejar de mirarte.
Adoro tu figura y comprendo tu energía, tu silencio, tu rabia.
Tu generosidad... es como las olas
cuando el viento agita rizos de espuma.
Tú, que lavas la cara de mi ciudad cada mañana,
¿quién eres tú? Chorro de vida.
Agua amiga, agua sagrada, agua milagrosa.
Agua salvaje, peligrosa que trae tempestades y mareas.
Elemento vertical y horizontal. Maremoto arrasador.
Cascada majestuosa. Catarata alborotada e infantil.
Pícara salpicadura. Risa mojada. Sueño húmedo.
Charco, vaso, piscina. Pisada, sorbo, chapuzón.
Inspiración musical. Música líquida.
Quisiera no hablar más, para solo escucharte.
Y estar siempre junto a tu orilla.

dx