22 noviembre 2008

MA FI KÁHRABA? ¿NO HAY ELECTRICIDAD?


Líbano tiene, entre sus muchos problemas, dos que afectan a la vida de sus habitantes a diario, y que muchos años después de la trágica guerra civil (permítaseme el eufemismo redundante) nadie parece querer solucionar: las carreteras y la electricidad.

¿Qué es lo más importante? Ciertamente, el pésimo estado de la red viaria libanesa colea desde hace décadas, y ponerle remedio no es poco urgente, pues resulta cuando menos ridículo comparar el estado general de las carreteras de este ‘moderno’ país con el de las de otros países de su entorno como Siria, Jordania, etc.
Sin embargo se me antoja incomparablemente más acuciante el problema del abastecimiento y estabilidad del suministro eléctrico. Este es otro boyante y turbio negocio en este luminoso país.

Para el que lo desconozca, comentaré que en Líbano, dependiendo de las zonas o barrios, el fluido eléctrico no está garantizado, ni mucho menos, las 24 horas del día. Por el contrario, son cotidianos y conocidos los cortes de las 10, las 14 y las 16 horas (con asombrosa regularidad especialmente en verano), que mantienen a las áreas afectadas sin suministro de la compañía estatal ‘Electricité du Liban’ por espacio de tres o cuatro horas diarias.
Estas interrupciones van alternando el horario y la zona día a día, pero sin seguir una pauta conocida, aparentemente, de forma que el lunes puede haber corte a las 2 p.m. y reenganche a las 6 p.m., el martes interrupción a las 10 de la mañana y restablecimiento a las 2 de la tarde, y el miércoles desconexión a las 18 h. y no regresar la luz hasta las 22 h. esto sin contar otros cortes que de manera inopinada y sin horario alguno afectan muy negativamente a la actividad humana, ya sea doméstica o profesional.
Pero el quid de la cuestión está, precisamente, en esas horas ‘vacías’ de corriente, gracias a las cuales algunos listillos se ‘llenan’ los bolsillos robando legalmente a la mayor parte de la población.
Empresas, fábricas, oficinas, hospitales, inmuebles comerciales, edificios de viviendas, casas unifamiliares, conjuntos residenciales… barrios enteros, tienen en sus inmediaciones instalados motores auxiliares que proveen de electricidad a los usuarios conectados a esa red secundaria. Los que no están ‘afiliados’ simplemente no tienen luz.
Esos generadores funcionan con gasóleo, producto petrolífero prohibido para el consumo en automoción privada (solo empresas con vehículos a motor que usen ese carburante tienen acceso legal a él), y viene a salir la cuota mensual entre unas 5 y unas 12 veces el importe de un recibo ordinario de la compañía nacional. ¡Y ese exorbitante precio por la mitad o menos de la potencia contratada para la conexión principal!
Este abuso sin parangón, sumado a una inestabilidad manifiesta del sistema y a una fluctuación indecente de la tensión que hace más que recomendable, por no decir imprescindible, el uso de unidades acumuladoras y estabilizadoras de corriente (baterías UPS, APS, etc.), deja a los que controlan este lucrativo negocio en una situación ciertamente patética que poco parece importarles. Estos señores solo piensan en sus ganancias provenientes de las cuotas de conexión y de sus trapicheos en la instalación de los generadores y el suministro de combustible. Otro día hablaremos del negocio de las infraestructuras urbanas, de los presupuestos para la red viaria y otras lindezas.

Hoy pensé que era un corte más, con el que templar los nervios mientras el pitido de la UPS se extingue y el ordenador se interrumpe irremediablemente al no aguantar la batería de emergencia más de diez minutos. Pero no, esta tarde lo que ha fallado una hora y media ha sido el motor, y he escrito esto a la luz de una vela.

(Foto: UPS)
By Porell Morrow.

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