20 noviembre 2008

FAMOSOS, FAMOSILLOS Y FAMOSETES


En la foto: Bassam Feghali, transformista libanés

El llamado ‘famoseo’ no es un fenómeno sino una auténtica enfermedad.
Unos la sufren muy complacidos, sarna con gusto no pica. Otros, rehúsan reconocer en público su atracción o confesar su dependencia.
Los medios de comunicación, a menudo malévolos y demasiado frecuentemente sin escrúpulos, movidos cada vez más por el negocio, montado a costa de incautos ciudadanos e inocentes televidentes, son los causantes directos de esta epidemia repugnante. En especial la TV utiliza su escaparate encandilador, jugando con los espectadores, hurgando en sus miserias, poniendo los dientes largos a todo aquel insatisfecho que no se resigna a una vida sin destellos ni glamour y que ingresa en un mundo de ensueño a través de la pantalla.
La TV martiriza también a aquellos que, sintiéndose afortunados (razonablemente) sufren el constante bombardeo que pone en jaque su estabilidad emocional y económica, disparando su ansiedad en la búsqueda de lo último y lo más más. Poseer el nuevo modelo de móvil, un coche cada vez mejor y un cuerpo envidiable es el leit motiv de unas vidas a las que el problema del agua en Yemen, las matanzas en Sudán, la petroleorquía de la OPEP, el fenómeno mundial que es Cervantes, la sagrada regla (debería serlo) de las tres R, las contradicciones de la política internacional, la parcialidad de la Ley de Protección Intelectual, que protege solo a las ‘pobrecitas’ discográficas que sufren el pirateo de cedés mientras nadie se preocupa del uso generalizado e ilegal de material gráfico (especialmente fotográfico) y literario, las mujeres violadas de Liberia, las niñas de Rumanía, los huérfanos chinos, el problema palestino que podría llamarse ‘el problema israelí’, la infame Globalización… les trae el fresco.

Mucha pachanga bazofia y chim-pon chim-pon sin ton ni son es lo que prevalece. Niñatos que calientan a tiernas jovencitas y marujas en zapatillas y camiseta de Moschino embobadas están a la altura de chatis oscilantes para disfrute de babosos de todas las edades. Mucha teta es lo que vale. Basura y desvergüenza. ¿Una prueba? Ver programas varios en diferentes cadenas, revistas de todo pelaje, etc.
Escasa es, sin embargo, la lectura de calidad y la visita a museos y exposiciones. En cambio, los videojuegos, las telenovelas y el innombrable ‘deporte rey’ son los reyes del mambo en la vida familiar. Los niños con escoliosis cerebral, las féminas con estupidez crónica y señores embrutecidos ante las evoluciones de un balón de reglamento se pelean por el mando a distancia… y se distancian cada día más de una vida gratificante, solidaria, respetuosa y responsable.
Es la regla que se sigue propagando en el s. XXI: la ociosidad inútil, la incultura perenne y la falta galopante de educación y respeto hacia las personas y los valores más obvios.


By Porell Morrow

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