12 mayo 2008

OTRA VEZ (WEST) BEIRUT 1

6 de mayo de 2008
He quedado con Jose en la Plaza de la Estrella. Una estrella aislada en un firmamento de intransigencia, prepotencia y tozudez., en el corazón de Beirut. El reloj parece detenido siempre a una hora distinta…
Llego y me lo encuentro tomando café en la heladería junto al Parlamento libanés, un bello edificio de paredes huecas contra las que el eco de palabras inútiles, rebota.
Somos los únicos clientes y casi parecemos unos extranjeros perdidos en un páramo adoquinado y solitario, donde el rumor de los transeúntes hace meses que se extinguió casi por completo, desde que Downtown Beirut se convirtió en un barrio fantasma.

Estamos tramando un negocio y necesitamos información. Para empezar, visitamos a mi colega de las inauguraciones de la galería Aïda Cherfán, a 30 metros de la plaza, Tufik, que tiene la tiendecilla de chuches y tabaco que hay junto a la iglesia católica de San Elías. Tras media hora de charla francófona con él y su mujer argelina, subimos calle Maarad arriba.

A la entrada a ras de calle del Instituto Cervantes, de cuyo balcón en la segunda planta pende la bandera española, nos entretiene el soldado asignado a la seguridad del centro.
Me pide algo que no acierto a entender claramente, pues se queja de que otro amigo, también fotógrafo, también español, le hizo unas fotos y siempre le promete que se las llevará la semana que viene.
Tras unos titubeos en mi pobre árabe, comprendo que lo que quiere es que le retrate yo, ahora mismo, junto a la barandilla que da a las ruinas romanas del Jardín del Perdón, junto a la catedral maronita de San Jorge. Le disparo sin tener muy claro cuándo le podré llevar las fotos.
Arriba, la siempre solícita Ríndala nos comenta el anuncio de huelga de mañana.
El paro general ha sido convocado por la coalición antigubernamental. Entre bromas sobre “la Situación” no hacemos mucho caso. Se nos antoja otro de los alardes de Hezbolá para presionar al gabinete de Fouad Siniora, tan apegado a su sillón de Primer Ministro al abrigo protector de Arabia Saudí y Estados Unidos.

Mi amigo valenciano me hace preguntas difíciles. Lleva dos meses en Beirut y no sale de su asombro ante la maraña que es el Líbano. Yo ya he cumplido seis años en el país de los cedros y tampoco me explico muchas cosas. “This is Lebanon!”, dicen los libaneses. Atisbo en ellos matices de resignación, desesperanza, orgullo y simpatía, casi siempre.
Estamos tomando un zumo de naranja, un ‘lujo’ cotidiano en Oriente Medio, en el T-Marbuta, un barcito, encaramado en un primer piso, con ambiente joven, algo bohemio, con acceso a Internet, y biblioteca cultural. Suena música española, latina, francesa, del mundo. Todo parece estar bien. Pero sabemos que no lo está, que la huelga de mañana puede ser un punto de inflexión de la vida política de un país sin cabeza presidencial desde hace tanto tiempo que la gente casi se acostumbra a que todo siga igual con una inercia inexplicable.

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